Querida Amelia

Querida Amélia:
Cuanto han cambiado las cosas desde aquel febrero maldito en el que te fuiste quien sabe a donde para no volver jamás. El mundo sigue siendo un disparate. Hay muchas guerras. Los mas poderosos son insaciables. La escala de valores tiene los peldaños podridos. El papa de Roma ha decidido cerrar el limbo de los justos, debía ser pequeño y seguro que estaba lleno, ahora los inocentes irán directamente al cielo. Han descubierto por algún lugar del universo un planeta que por lo visto puede que tenga agua, allí parece ser que el año solo dura diez días, ¿ te imaginas ? cada diez días: ¡¡ ande, ande, ande, la marimorena, ande, ande, ande, que la noche es buena !!. Allí las uvas deben ser carísimas. Nuestro planeta esta un poquito mas viejo y nuestro tiempo parece que se ha encogido. Los animales están desconcertados, cada vez tienen menos espacio para seguir sus pautas. No se respeta la naturaleza. Se respira un cierto desencanto y el progreso no es razonable. La democracia avala cualquier despilfarro. Los políticos, esos seres iluminados, hablan y hablan y tienen respuestas y soluciones para todo aquello que prometen y luego no cumplen. La gente sale despavorida los fines de semana buscando esa inocencia perdida y en el trayecto, muchos se dejan la vida en la carretera. Los lunes siguen teniendo lo peor de los domingos por la tarde, ese minúsculo y melancólico otoño. Pero la buena música, mi querida Amélia, sigue dejando ese inconfundible perfume que tiene la esperanza de encontrar algún día y en algún lugar, las respuestas que todavía esconde el silencio en este espacio del tiempo. La paciencia es un ejercicio agotador, pero un poco mas allá de la playa, existe otro mundo posible, quizás ese paraíso.