El Pueblo
Erguida en lo mas alto del campanario la pequeña cigüeña de hermoso cuello blanco aguarda impaciente la llegada de su madre. Imponente el nido en el vértice del torreón, contempla la cría desde su atalaya el mundo del común de los mortales. Ahí abajo, la flotante letanía del párroco saliendo de la iglesia, el notario y la alcaldesa camino del cafetín, la indubitable altanería de la estanquera, el breve y discontinuo caminar del panadero. Cejijunto, casi al trote, a grito seco y limpio saluda a destajo Sandalio “el cabrero” raudo hacia “la Caixa”. Mohamed evoca su Targuist de la infancia recelando poco antes del mediodía a la sombra del sauce, sentado sobre la piedra enorme de granito. Sábado y frenética actividad en la ferretería. Amarilla la vespa, serpentea las calles mas angostas el intrépido cartero. Por la cuesta va “del caño” bella e inmaculada Rosita la peluquera. La fuente de agua clara y su eterno gorgoteo. Dan las doce bajo el nido; la solemne campana generosa en armónicos que planean como las golondrinas por la serranía, ejerce con grandeza su oficio. Que hermosa la pequeña cigüeña, un día no muy lejano se echará a volar hasta siempre.