Al Maestro, Poeta y Amigo Mario Trejo

Escrito está y es de dominio público,que los poetas merodean mas cerca del cielo que el resto de los mortales, aún a pesar de que el papa de Roma con la celosa autoridad que le confiere la tergiversada historia, les haya privado de visitar en los días rebeldes del otoño universal, el limbo de los justos, ese misterioso bosque inerte, archipiélago infinito de olores, donde se funden la incertidumbre y el sosiego y habitan de forma permanente y a modo de exposición los mas inocentes de todos los mundos posibles.
El poeta en vida, sin querer forma parte del mobiliario urbano, asume de manera natural y nada forzada, ser la materia del objeto del que se alimenta, se puede llegar a ser de cualquier materia por conocer, después de ser poeta. Sírvase habitar las esquinas donde el viento se rompe en un capricho infinito y breve, adentrarse como el buey lo hace desde hace siglos, en la gruesa corteza del roble y una vez instalado en el ritual caleidoscopio que precede al trance, sin perder la calma, compartir con la hormiga paranoica el delirio de otro espacio-tiempo, los pasillos afilados y estrechos del crudo invierno, la soledad y el silencio, el color de la sangre, la ausencia de luz, el grito ahogado, el amor a dos cuadras, la vida y la muerte.
Es pues poeta aquél díscolo ángel caído, rebelde guardián del botiquín sagrado que atesoran las musas allá en el firmamento de todos los tiempos. Reclaman, vocean e invocan a gritos sobre el pétreo texto apasionadamente hasta querer morir, testigos y dibujantes de todos los instantes, ese otro mundo sin tiempo; a sabiendas como el cantor que no es fácil sacar una pena con unas pinzas de depilar.