ALGARABIA

Se acabaron las mañanas tan dichosas de quehacer, un minuto indiferente se interpuso entre los dos, la autopista ciento veinte se presume universal, la colina allá a lo lejos y ese toro colosal. Tarde de siesta gloriosa y callada, de agosto forzada a no hacer otra cosa, ventana curiosa, la puerta cerrada, un pájaro canta detrás de la almohada. Y llega la noche después de otro día, manzanas al horno quien me mandaría, ciudades que roban la infancia vacía, que mala pata, algarabía. Quien te enseño a tirar de las orejas a los sauces, a soplar a traición por detrás de las rodillas, a ponerte pantalones de tergál por la cabeza, a tomar el sol que guarda la madera del verdugo. Si miro hacia atrás, se apaga la hoguera, no hay luz en la casa, ni perro, ni amigo, el duelo en la mesa, detrás la nevera, araña la manta, me duermo contigo. Del cielo a Narvaez, calculo una hora, aparque señora “la genti labora”, que no dice el guardia, se sube al arcén, se sufre en silencio, adiós que te den.