Puerto Pirámide

Una recta infinita y firme divide sutilmente la imponente y apacible caldera; colosal el valle que peina una luz indulgente propia de estas latitudes; todo sigue como se dispuso hace millones de años, apenas alterado el paisaje se presenta fastuoso y sobrio el Valle de Chubut, allá donde la gente tiene la sonrisa amplia, generosa y sobrada, noble la mirada pura y frágil; sea por esto que las ballenas eligieron desde que el mundo respira hondo, la hermosa costa de Puerto Pirámide para dar a luz a sus ballenatos, mientras los machos solitarios enfilan hacia el sur sus voluptuosos morros en busca de aguas mas frías. En los atardeceres de primavera y sólo aquí por voluntad divina, el sol al caer la tarde se da la vuelta un instante para despedirse del día. Bien enraizada, femenina, voluptuosa y adolescente, la Patagonia da la bienvenida o despide al viajero desde un pequeño aeropuerto. Los vientos soplan a la deriva en Playa Unión, indulgentes silban viejas canciones aprendidas de marinos galeses y aventureros que por estas tierras encontraron refugio. Mas allá del sur, donde aguardan los pingüinos, la vista se alarga y nutre el alma de una serenidad que armoniza con el entorno, solo el aire enloquecido afortunadamente rompe el silencio, la belleza, como Dios manda, está en todas partes.