Cataratas

Vayamos por partes. Si te invitan a pasar cinco días en el Hotel Sheraton de Iguazú, allá donde se rozan tres países, Paraguay, Brasil y Argentina, entre el río Paraná y el Iguazú; a tu izquierda tienes a un tipo tocando con un arpa paraguaya una versión desesperada y suicida del “My Way” de Frank Sinatra, a la derecha una enorme caipiriña hecha a conciencia, frente a ti las imponentes cataratas de la garganta del diablo, sublime y colosal. Metido hasta el cuello en una piscina espectacular de agua templada, es natural que te quedes sin palabras. Si por tu condición de quien sabe que, te asalta alguna duda acerca de lo ético y los placeres de la vida, esquiva el envite. Recuerda entonces la casa de Neruda en Isla Negra o a mi querido amigo y mejor acordeonista Cuco Pérez cuando sorprendido “in fraganti” por Julio Anguita, entonces secretario general del Partido Comunista de España en un ágape con un trozo considerable de empanada gallega en la boca, apenas balbuceando exclamó: esto es lo bonito del socialismo.